
MARC Y EL POLICIA
–¿Cómo se llama?
–¿Usted es policía o algo así?
–Algo así.
–Y, dígame, “Algo así”, ¿usted cree que decirle mi nombre me dará una razón para vivir?
–Las preguntas las hago yo.
–¡Guau!, igual que en las series de televisión, oficial.
–No soy un oficial. Dígame cómo se llama.
–Marc. Para los amigos: La Sucia Rata.
–¿Por qué quiso arrojarse bajo las ruedas de ese tren en marcha?
–Si hubiese intentado arrojarme bajo las ruedas de un tren detenido, mi caso sería mucho más grave, oficial.
–No me llame oficial y responda lo que le pregunto. ¿Por qué quiso tirarse bajo un tren?
–Porque quería vivir una experiencia nueva
-Una experiencia suicida.
–Su sagacidad me impresiona.
–Vea, Marc, usted le ha provocado a los ferrocarriles del estado un gran trastorno.
–Confiaba en que sería el último, oficial.
"Marc, la sucia rata"

Primera alucinación
EL ENCUENTRO
Con la mitad del corazón agonizando y la otra mitad en estado catatónico entré en el Boogie-Bar. Ella estaba sentada en el taburete de la perversión.
Me acerqué guardando la timidez en el bolsillo izquierdo de mi pantalón azul marino que nunca navegó. Algún lisérgico escultor la había sentado ahí para tenerla de modelo. Saqué la mano del bolsillo cuidando que no se me cayera la timidez, por si en otra ocasión necesitaba de tu silencio.
Ella lanzó hacia mis ojos dos líneas eléctricas. Cambié la dirección de sus feroces rayos y se los devolví. No estaba dispuesto a que extrajera de mi corazón el clorhidrato de la locura.
La saludé acariciando sus pechos. Le hable de mis sueños con las manos.
Ella me respondió mostrando su lengua sedienta. Tiré de esa lengua, que era mucho más larga de lo que Brueghel hubiese imaginado. Una canción empezó a sonar entre sus piernas, una canción profunda. Y se le encendieron luces plateadas y anaranjadas en las orejas.
Giré la pupila de su ojo izquierdo con la esperanza de que se abriesen las puertas del amor.
En la vuelta 44 aproximadamente se produjo una explosión que desmoronó su nariz. Este hecho resulta bastante sorprendente si se tiene en cuenta que su aspecto era el de una mujer habituada a los terremotos del orgasmo.
En su ojo derecho, como una máquina tragamonedas, se sucedieron imágenes de uvas, granadas y fresas hasta quedar detenido ante mi asombro, su número telefónico.
Recordé aquel proverbio medieval que dice: “No metas en tu cama a nadie que esté más loco que tú”, y decidí marcharme. Antes de hacerlo, por si al día siguiente cambiaba de opinión, tomé nota del número de su teléfono.
EL ENCUENTRO
Con la mitad del corazón agonizando y la otra mitad en estado catatónico entré en el Boogie-Bar. Ella estaba sentada en el taburete de la perversión.
Me acerqué guardando la timidez en el bolsillo izquierdo de mi pantalón azul marino que nunca navegó. Algún lisérgico escultor la había sentado ahí para tenerla de modelo. Saqué la mano del bolsillo cuidando que no se me cayera la timidez, por si en otra ocasión necesitaba de tu silencio.
Ella lanzó hacia mis ojos dos líneas eléctricas. Cambié la dirección de sus feroces rayos y se los devolví. No estaba dispuesto a que extrajera de mi corazón el clorhidrato de la locura.
La saludé acariciando sus pechos. Le hable de mis sueños con las manos.
Ella me respondió mostrando su lengua sedienta. Tiré de esa lengua, que era mucho más larga de lo que Brueghel hubiese imaginado. Una canción empezó a sonar entre sus piernas, una canción profunda. Y se le encendieron luces plateadas y anaranjadas en las orejas.
Giré la pupila de su ojo izquierdo con la esperanza de que se abriesen las puertas del amor.
En la vuelta 44 aproximadamente se produjo una explosión que desmoronó su nariz. Este hecho resulta bastante sorprendente si se tiene en cuenta que su aspecto era el de una mujer habituada a los terremotos del orgasmo.
En su ojo derecho, como una máquina tragamonedas, se sucedieron imágenes de uvas, granadas y fresas hasta quedar detenido ante mi asombro, su número telefónico.
Recordé aquel proverbio medieval que dice: “No metas en tu cama a nadie que esté más loco que tú”, y decidí marcharme. Antes de hacerlo, por si al día siguiente cambiaba de opinión, tomé nota del número de su teléfono.
"Plástico Cruel"
3 comentarios:
citá la fuente, ladri
Querido anónimo: Los textos están sacados de los libros de Sbarra y en cada uno están linkeados los lugares de donde se bajan e, inclusive, la pagina de Sbarra. No sé si la hará él o no. Las fotos están sacadas de Google imagenes, que no creo que necesite mi link para ser visto. Por lo demás no sé que querés que te diga. Es bastante simple. Textos Sbarra, Fotos Google y la pagina de Marc. Algo mas ? Ah... ponete un nombre, ladri.
Si te tomás un segundo para recorrer la pagina verás que, en todos los casos cito la fuente. Y cuando conozco a el autor de una foto lo nombro también. No sé que querés que ponga especificamente en este post, pero bueno, avisa ! Si sos el autor de alguna de las fotos o de alguno de los textos serás agregado con gusto.
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