Por Funes
Miércoles 15 de julio de 2009, 10 horas. Me levanto con cierto aroma a ron y limón en la boca. Un poco más ácido que de costumbre porque hace 7 horas que duermo. Si bien no cierro la boca durante toda la noche, los momentos en que lo hago, me provocan un aliento a búfalo perdido en la estepa que me llama la atención de manera extraña: cómo alguien puede oler así. Lavo mis dientes con Trepate y pongo manos a la obra en el peinado que cada día se me hace más complicado para maniobrar. Cuento seiscientas nuevas canas.
Salto en el tiempo.
Salto en el tiempo.
Reviso las tapas del libro. Se pegan con dificultad por lo que las observo, sólo las observo, para tratar de descubrir si hay manera de pegarlas sin que se formen grumos transparentes que no le quedan para nada bien a esta primera edición. Lo logro en parte. Pienso que debería volver a las clases magistrales de encuadernación con Schelotto. Bebo Seven Up en busca de un alivio que me refresque las ideas. Hace calor. Adentro de la Funesiana hace calor y no puedo evitarlo; tanto esfuerzo mental genera un calor que transforma en sauna mi pequeña habitación editorial, editorial habitación.
Salto en el tiempo.
Salto en el tiempo.
Hablamos de la vida. Somos Loyds y yo solos contra el mundo. No seremos franceses pero cosemos como el demonio mismo. Con cierta sorna, suficiencia y arrogancia. Creemos que llegamos. Tenemos la certeza de que vamos a coser todos los libros. De a ratos sucede que no, que no es así. Recurro a su optimismo a prueba de balas. No logro calmarme. Mi estómago tiembla mientras como unas empanadas de Point. El ruido acompaña nuestra charla. Bebemos Seven Up caliente mezclada con la fría. Afuera, abro la ventana para comprobarlo, garúa fino. Mis nervios pierden la batalla. Levanto la voz una que otra vez. Cierro la ventana y seguimos pegando tapas.
Salto en el tiempo.
Salto en el tiempo.
Loyds descubre que los arañazos recibidos por Witoldo no lo mataron mas lo hicieron un hombre fuerte. Tiene valor para decirlo ya que la espalda todavía le sangra. Pienso qué lugar me podrá alojar. Ahora corren riesgo cada una de las personas que entran a la editorial debido a un gato asesino y su dueño permisivo. Pienso que debería ponerme manos a la obra para buscar una nueva sede. No me gusta la idea, me gusta el barrio. Tengo que avisarles antes. Al gato y al dueño de casa. No estoy dispuesto a arriesgarme a que un visitante sufra las consecuencias de la falta de límites. Joder, que es un gato al fin y al cabo; ¡me estoy yendo de acá por culpa de un gato! Rememoro el momento en el que limpiaba los arañazos con alcohol en la espalda y cuello de Loyds y confirmo: es hora de partir. Todo lo que empieza en algún momento termina. Y acá no somos bienvenidos. Tengo poco más de un mes para buscar un nuevo taller.
Salto en el tiempo.
Salto en el tiempo.
Descubro que, si pinto la tela con cola vinílica antes de usarla, se fortalece, junta ganas y energías. Puedo maniobrarla mucho mejor y la tapa queda como queríamos. Lo descubro tarde pero lo descubro al fin. Hay menores chances de llegar ya que agrego un paso más en el proceso de encuadernado y, para colmo, requiere del tiempo de secado. Estamos en invierno y el sauna ahora se tranformó en una habitación en Parque Patricios sin calefacción: hace un frío que cala los huesos.
Salto en el tiempo.
Salto en el tiempo.
Llama Peyseré. Llega Peyseré. Ve los libros y no para de acariciarlos. Uno por uno. Es buena señal. Se alegra de que puede ayudarnos. Y de hecho, nos ayuda y aconseja. Tiene varios tips de experiencia. Además de autora es editora. Compartimos unas galletitas y unos chistes. No faltan los chismes, falta tiempo. Tiempo para llegar con todos los libros.
Salto en el tiempo.
Salto en el tiempo.
Llegamos con los libros. Subimos a un taxi. Paga Loyds.
Salto en el tiempo.
Salto en el tiempo.
No encuentro la manera de relajarme. Los Mudos empieza encrispado y la llegada Matías y Facundo no me relaja del todo. Hace mucho que no los veo. Abrazo, hola, cómo estás, primo, que groso que estás, ¿cómo que vino tu hermano? Esta noche la rompemos.
Salto en el tiempo.
Salto en el tiempo.
La rompemos.
Salto en el tiempo.
Salto en el tiempo.
Acabo de llegar al Centro Cultural y me recibe un perro. Se llama ZAS y no tiene más de 1 año. Una correa roja lo nombra y me entero de que el dueño es Martín. Está contento. Se lo regalaron. Un hijo de puta lo maltrataba y alguien se lo robó al dueño “original” para regalárselo a él. Tiene una sonrisa en los ojos y en la cara; le tapa la barba tupida. El licenciado está feliz y me dice que es porque vuelven Los Mudos no tanto porque su mascota lo quiere. No le creo. Y ZAS es un perro adorablemente hermoso.
Salto en el tiempo.
Salto en el tiempo.
Una señora vino solo para comprar el libro. Lo hace y se va. No son ni las nueve de la noche. No sé quién es. Ni siquiera instalé los libros en las mesas y ya vendí uno. Buena señal.
Salto en el tiempo.
Salto en el tiempo.
Propongo sortear cuatro gorritas: como siempre de Renault y se agregan Sandero y una marca que no pienso nombrar. ¿Querés que te nombre? ¡Pagame, puto!
Salto en el tiempo.
Salto en el tiempo.
Osvaldo Rodríguez llega y se va. Tiene hambre y ganas de ver Cruzeiro-Estudiantes. No se lo puedo impedir. Quisiera ser él. Le pido que lea el prólogo. Me dice que claro. Llega y se pone manos a la obra. Lee y se hace pasar por mí muy a su pesar. No sabe si está de acuerdo con lo que escribí. Mejor así, me gusta discutir con gente inteligente. Aunque no lo hacemos, creo que me agarrará pronto para decirme algo sobre el prólogo. La mayoría se acerca para decirme algo sobre la lectura de Osvaldo: la mayoría elogia su performance. ¿Cómo explicar con palabras? No se puede.
Salto en el tiempo.
Salto en el tiempo.
Estudiantes de la Plata se consagra campeón de la Copa Libertadores de América contra Cruzeiro en Brasil. Había empezado perdiendo 1 a 0 y termina ganando 2 a 1. A lo largo de la noche voy cantando los goles al micrófono y todos gritan urras. Cuando anuncio el final del partido uno se me acerca y me dice que cuando termine todo se va para el Obelisco a festejar.
Salto en el tiempo.
Salto en el tiempo.
Son las cuatro de la mañana y no puedo más. Tengo que dormir un poco, en unas horas juego al fútbol y no tengo la fuerza ni las ganas para hacerlo. Ya sé que voy a llegar tarde. Me preguntan si quiero otra cerveza. Y dale.
Salto en el tiempo.
Salto en el tiempo.
Facundo, Cristian y Pablo. Dos Palazzolo y un cantante. No sé su apellido. El nombre de la banda podría ser el nuevo apellido de los tres: Fango. Tocan mucho. Tiene público. Le digo a Matías que invitamos al reencuentro de los Rolling Stones y no nos dimos cuenta. La gente saca fotos, grita, corea las letras y pide temas. Hay chicas que aúllan y otras que maúllan. Hay hermosas mujeres esta noche, como cada noche de Los Mudos.
Salto en el tiempo.
Salto en el tiempo.
Escribieron frases chanchas. Y el ganador de un anotador está feliz, no puede creer que se haga este tipo de eventos, ¿cómo que regalan cosas? ¿Hay que pagar? Sí, hay que pagar con lo más preciado que tenés, Ricky Racoon; tu tiempo.
Salto en el tiempo
Salto en el tiempo
Terminó. No vendí todo. Mejor, así puedo hacer los envíos a Jujuy, Mendoza, Córdoba y Chile que ya están pedidos. Autogol es un éxito para nuestra editorial. Lo es antes de que se publique, mejor dicho.
Salto en el tiempo.
Salto en el tiempo.
Natalia Moret y Alfredo Jaramillo instan a Julián Urman: dale, decile que ponga un tema, yo canto. Hagamos un karaoke. Bailamos al ritmo de cada uno de los que canta. Somos los últimos 20 borrachos cantando a los gritos, como perros y felices. Tenemos ideas y las hacemos realidad: ¿qué mejor droga se puede conseguir?
Salto en el tiempo.
Salto en el tiempo.
Son las diez y cuarto de la mañana. Me miro al espejo. Me lavé los dientes y acabo de terminar mi peinado. Costó y más de lo que me imaginaba. Pero me quedó bien. Costó y más de lo que imaginaba, pero quedó bien. Espero que sea así esta noche, pienso. Salgo del baño. Tengo los pies descalzos.
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