domingo, 21 de febrero de 2010

¿Quién debe pagar la deuda climática? Por Naomi Klein


La prestigiosa ensayista escribe para RS. Los países ricos deben hacerse cargo del peso económico de la crisis climática. Un debate más que vigente.

La ultima chance de salvar al mundo. Durante meses, ése fue el modo en que se promovió la cumbre de las Naciones Unidas sobre el cambio climático, que arrancó esta semana en Copenhague. Funcionarios de 192 países llegarían finalmente a un acuerdo para mantener las temperaturas globales por debajo de niveles catastróficos. La precumbre apeló a "esa sensibilidad típica de historieta de unirse para enfrentar un peligro común que amenaza a la Tierra", dijo Todd Stern, el enviado del presidente Obama en temas climáticos. "No se trata de un meteorito o un invasor espacial, pero el daño a nuestro planeta, a nuestra comunidad, a nuestros hijos y sus hijos va a ser igual de grave."

Eso fue en marzo. Desde entonces, la eterna batalla por la reforma del sistema de salud se llevó una gran parte del impulso que Obama tenía planeado poner en el tema del cambio climático. Ahora que Copenhague seguramente empezará antes de que el Congreso de Estados Unidos apruebe una flojísima ley del clima -coescrita por los lobbistas de la industria del carbón-, los políticos norteamericanos han abandonado las metáforas de superhéroes y están decididos a bajar las expectativas de que se logre un acuerdo importante en la cumbre climática. Es sólo una reunión, dice el secretario de Energía de Estados Unidos, Steven Chu, y no la "gran reunión definitiva".

Mientras disminuye la fe en las acciones del gobierno de Obama, los militantes del clima están tratando a Copenhague como una oportunidad distinta. Camino a ser la más grande reunión ambiental de la historia, la cumbre representa una posibilidad para recuperar el terreno político perdido en manos de medidas incompletas -amigables para el negocio, tales como los bonos de carbono y el comercio de derechos de emisión-, para introducir propuestas efectivas basadas en el sentido común; ideas que no tengan tanto que ver con crear nuevos y complejos mercados para la contaminación y sí con mantener el carbón y el petróleo bajo tierra.

Entre las propuestas más inteligentes y prometedoras -aparte de controversiales- está la "deuda climática", una idea según la cual los países ricos deberían pagar compensaciones a los países pobres por la crisis ambiental. En el mundo del activismo contra el cambio climático, esto marca un viraje drástico tanto en tono como en contenido. Los ambientalistas norteamericanos tienden a tratar el calentamiento global como una fuerza que trasciende las diferencias: todos compartimos este frágil planeta azul, así que todos tenemos que trabajar juntos para salvarlo. Pero la coalición de gobiernos latinoamericanos y africanos que defienden la deuda climática, sin embargo, subraya las diferencias y hace foco en el cruel contraste que existe entre aquellos que causaron la crisis climática (el mundo desarrollado) y aquellos que están sufriendo sus peores consecuencias (el mundo en vías de desarrollo). Justin Lin, economista en jefe del Banco Mundial, plantea la ecuación de manera rotunda: "Un 75 a 85 por ciento" de los daños causados por el cambio climático "lo sufrirán los países en vías de desarrollo, aunque ellos sólo aportan cerca de un tercio de los gases causantes del efecto invernadero".

La deuda climática gira en torno de a quién le toca pagar la cuenta. Los movimientos de base que apoyan la propuesta sostienen que todos los costos de adaptarse a una ecología más hostil -desde construir diques de mar más fuertes hasta cambiar a tecnologías más limpias y caras- son responsabilidad de los países que generaron la crisis. "Lo que necesitamos no es algo por lo que tenemos que andar rogando sino algo que se nos debe, porque estamos lidiando con una crisis que no provocamos", dice Lidy Nacpil, una de las coordinadoras del Jubilee South, una organización internacional que ha emprendido marchas para promover compensaciones por el clima. "La deuda climática no es un asunto de caridad."

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